En la oscuridad rato después los astros despertaron mi alegría. Con distintos enfoques pensé en el tercer cielo y ahí me quedé. Cuando desperté mi esposa me abrazaba y mis hijas sonreían según en palabras de mi compañera, con candidez. Tuve que organizar mis sensaciones y cenamos deseando subir hasta que amaneciera. Las niñas se durmieron, pero mi esposa y yo platicamos largo rato. Nos comimos la cena que esperamos para estar solos, y ella me hablaba con cariño sobre mis brazos:
- Morenos y fuertes, como si fueras al gimnasio, y tus piernas gruesas. Tus ojitos bellos y tu sonrisa hermosa -dijo.Desde que nos conocemos hemos comprendido que no es cursi que compartir un rato solos es necesario, que las palabras etéreas o la vulgar vida no importan.
- Me sentí despierto, sus palabras fueron repetidas durante las últimas semanas y yo no tuve palabras, hablando de comprensión y de amor sobre lo que ella expresaba.
- Perdóname -le dije- no había entendido que esas palabras siempre han significado algo para mí: amor.
- También perdóname tú, pues durante el día me llamas hermosa y mi vida, y yo también no lo comprendía. También significa amor para mí.
- Nos besamos y caminamos por el patio y llegamos al jardín. Ahí nos quedamos hasta la estrella de la mañana.
Que los que importamos somos nosotros. Cuántos hombres machos se me han acercado para felicitar verdades tan necesarias de mis escritos, porque sus relaciones funcionan. He ahí mi don.
Gabriel Tapia. Abríl 2020. CDMX
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