Ciudad
de México, 16
de abril de 2020. Tendencias Libres (Redacción).-
Llevamos casi un mes desde que las autoridades sanitarias declararan
las medidas de sana distancia y recomendaran quedarnos en casa. Con
la declaratoria de emergencia sanitaria, la situación se recrudeció
y lo que antes eran recomendaciones, se convirtieron en órdenes.
Esto
ha obligado a millones de personas a permanecer en sus casas con los
consecuentes cambios en sus hábitos diarios como es frenar sus
ritmos de vida y cambiar sus rutinas. Recientemente, la Secretaría
de Gobernación dio a conocer que la violencia intrafamiliar se había
incrementado entre 30 y 100 por ciento en varias partes de la
República.
Wendy
Figueroa, directora de la Red Nacional de Refugios, que pone a
disposición de las y los ciudadanos centros de acogida y servicios
de apoyo en caso de sufrir violencia en la familia, declaró en
entrevista con Leo Zuckermann que las solicitudes de ingreso a
refugios se han incrementado cinco por ciento con la cuarentena.
Además, resaltó que el 80 por ciento de la población infantil del
país vive en hogares en los que existe algún tipo de violencia.
“Entre
los desafíos que presenta una situación como la que estamos
viviendo, es cuando se rompe un ritmo en una rutina que ya tienes
establecida” explica Patricia de la Fuente, directora de Servicios
Educativos para el Desarrollo Infantil (SEDI).
“A
nivel psicológico, hay una movilidad dentro de la familia. Este
equilibrio que se tenía o se pretendía tener con la cotidianeidad
puede desestabilizarse”, explica Maribel Medina, licenciada en
psicología por la UNAM, maestra en inclusión educativa por la
universidad de Salamanca y terapeuta emocional.
Asimismo,
puede haber más dificultades cuando no existía una convivencia
previa. “Podemos decir que ahora hay un ‘exceso’ de
convivencia, cuando en realidad hemos vivido en los últimos años un
problema muy importante por falta de convivencia”, explica
Patricia, quien cree que estas problemáticas son intrínsecas a una
situación en la que no hubo una planeación y que no fue analizada,
por lo que las personas no son capaces de ponderar las implicaciones
de una decisión u otra.
En
muchos casos, los integrantes de la familia, han tenido que pasar de
ser extraños en sus casas a ser las únicas personas con las que
interactuar cada día. “La convivencia es un problema que tiene
diferentes facetas. Hemos llegado al extremo opuesto, que es mucha
convivencia en un lugar confinado y que, además, si estamos hablando
de niños pequeños, éstos tienen requerimientos físicos, de
espacios donde puedan sentirse libres, atendidos, no ignorados por
padres que deben continuar haciendo home office”, comenta De la
Fuente.
A
estos desafíos de la ‘sobreconvivencia’ se añade el factor de
obligatoriedad. “Debemos permanecer en un mismo lugar sin opciones
para encontrar ese balance a través de otras actividades que sean
complementarias o alternativas. El principal problema es, por lo
tanto, que te sientes privado de tu libertad de elección”, cuenta
la especialista en educación quien añade que, “cuando te
encuentras en una situación así, entras en un estado de ansiedad e
inquietud porque no puedes decidir. Tienes que enfrentar una
situación impuesta por un tercero; y eso, genera tensión”.
Por
su parte, Ana María Castanedo Robles, maestra en psicología clínica
por la UNAM y con treinta años de experiencia como terapeuta
familiar y de pareja, resalta que no sólo ha habido “una
condensación de espacio” al quedar todos confinados en casa, sino
que también “los roles de cada persona se están dando en uno
solo”. Es decir, antes era alumna en mi escuela, empleada en mi
trabajo y mamá en casa, explica la especialista en psicología; y
ahora todo se da en un mismo lugar.
“Esto
va a transformar las relaciones entre la familia y entre los amigos”,
concluye Ana María, quien ve especial riesgo en los adolescentes.
“Para un adulto, el no tener una vida social tan activa puede ser
un sacrificio, pero no es nada comparado con lo que ésta representa
para un adolescente”, resalta. En la adolescencia tiene mayor
importancia la relación con aquellas personas que consideramos
iguales, es decir, otros jóvenes. Además, Ana María cree que los
jóvenes pueden “no vivir esto como su problema”, ya que existe
una percepción de que la infección no afecta a la población joven.
Por eso es necesario que “todos tomemos consciencia de nuestra
pertenencia a un grupo, ya sea la familia, la sociedad o el país”
para combatir la situación.
Maribel
Medina, licenciada en psicología por la UNAM, maestra en inclusión
educativa por la universidad de Salamanca y terapeuta emocional, cree
que cada miembro de la familia vive la situación de manera diferente
y recuerda que no sólo los niños y adolescentes requieren apoyo,
sino también los adultos, especialmente si son padres.
“El
no poder expresar las emociones puede generar mayor ansiedad. El no
saber cómo responder a las preguntas de los niños o cómo lidiar
con los adolescentes que tenemos en casa, también puede convertirse
en algo que se suma a toda la sensación que ya están de por sí
viviendo las personas adultas”. Por eso, Maribel recomienda que
éstos canalicen espacios para hablar y liberar las emociones.
Además, Maribel subraya la relevancia de crear espacios de
contención como son nuevas rutinas que permitan estructurar la
cotidianeidad al interior de los hogares.
Dadas
estas condiciones, que, no sabemos con certeza cuándo terminarán,
Patricia de la Fuente recomienda estructurar la convivencia con una
rutina y reglas mínimas de coexistencia. “Es importante que los
padres o adultos sin hijos, creen nuevas rutinas, horarios, donde
haya responsabilidades, con un reparto balanceado de las tareas del
hogar, establecer horas fijas para las comidas y buscar un equilibrio
de coexistencia”, recomienda la especialista.
Por
su parte, Ana María ve la situación como las dos caras de una
moneda. “Para muchas personas la cuarentena implica el quedar
encerrado con un agresor y no tener la posibilidad de salir, pero al
mismo tiempo estoy sorprendida de que para muchas familias ha sido la
oportunidad de reconectar con la pareja o con los hijos”, cuenta la
especialista en psicología.
La
nueva “normalidad” que vivimos nos genera incertidumbre, miedo e
inseguridad. No sabemos cuándo terminará el confinamiento, tampoco
cómo será la vida cuando éste termine. Pero en algo que sí
coinciden las especialistas es en que toda esta situación transforma
las relaciones humanas, tanto para bien como para mal.
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